Las empresas tienen ante sí un entorno incierto, donde una de las pocas certezas es que las fluctuaciones en su actividad serán la nueva norma. Algunas de ellas serán planificadas, como los picos de actividad habituales en campañas como el Black Friday o la Navidad. Otras, sin embargo, no podrán planificarse; el ejemplo más claro -y extremo- es lo que ocurrió con el confinamiento estricto de la primera mitad del año pasado.
En este contexto, la posibilidad de capturar ingresos cuando se produzcan las oportunidades va a depender principalmente de la capacidad que tengan las compañías para actuar con agilidad, al tiempo que mantienen los costes competitivos.